Mitología de Origen
En el origen de los tiempos solo existía tres elementos: tierra, fuego y agua. El mundo era una amalgama sin nombre formada de magma y mares furiosos, enzarzados en un eterno combate en el que se disputaban el control de una tierra inerte. La vida, tal y como se conoce, era un concepto impensable.
La primera medida que tomó El Poderoso Ktomos, el dios de los enanos, fue liberar la tierra del castigo del agua y el fuego. Se encontró con unos prados ricos minerales y piedras preciosas. Oro, plata, esmeraldas…. Una corona de barro enjoyada por todo tipo de riquezas. Fascinado por el descubierto, Ktomos optó por sepultarlo bajo tierra ya que el oro, la plata y los demás metales impedían el crecimiento de la vida.
En el segundo día, El Poderoso, convenció al agua para que dejase de ahogar a las criaturas que habitaban en ella. Las negociones fueron tensas y en dos ocasiones tuvo que remediar la tozudez de los mares a base de martillo.
El fuego fue un rival más sensato. Ktomos le propuso un intercambio: si dejaba de quemar la tierra le daría un papel protagonista en las labores de la fragua. Ningún martillo, salvo el del herrero, llegarían a tocarlo. El fuego aceptó las condiciones. Ktomos construyó la primera fragua de Azäir durante el transcurso del tercer día.
Al cuarto día, Ktomos golpeó la tierra con su poderoso martillo, dividiendo Azäir en islas y archipiélagos. Escondió los tesoros de la fragua en lugares recónditos que solo el Dios conocía. Construyó trampas por aburrimiento y se imaginó quién podría caer en ellas. Liebres, ratones… Animales más grandes. Osos, alces, leones. ¿Y de qué se alimentarían? Los débiles comerían plantas y los fuertes, unos a otros y, por Ktomos, que lucharían por sus vidas.
Los animales carecían de la curiosidad, por lo que no sentían ningún interés por los tesoros que Ktomos había escondido. Y, además, no eran tan estúpidos como para luchar por algo que no fuera el instinto de supervivencia. El quinto día, El Poderoso Ktomos creó al primer enano. Reunió al fuego y el agua en concilio; al principio pusieron pegas, pero Ktomos las desmontó con sus argumentos y martillo. El primer enano se llamó Jerad, una buena pieza. Explorador, atleta y buen luchador. Murió devorado por unos caimanes que Ktomos había colado en el foso de un castillo. Killian, el segundo hermano, se precipitó por un abismo de piedras puntiagudas. Ranor pisó una trampa y el falso techo de la mazmorra cayó sobre su cabeza. Los enanos morían a mayor velocidad de lo que Ktomos era capaz de crearlos. Por suerte, en su infinita sabiduría, encontró la solución: las enanas.
A cada solución, un problema mayor. Los enanos estaban hechos a imagen de los caprichos de El Poderoso Ktomos: eran exploradores, trabajadores y luchadores. Pasaban las horas cavando el suelo, buscando tesoros, combatiendo y muriendo por diversión. El Poderoso Ktomos tuvo que actuar de nuevo. Creó a las demás razas para que los enanos tuvieran un enemigo en común y dejasen de matarse entre ellos.
No fue el último proceder de El Poderoso. Al ver lo bien que se lo pasaban los enanos, de vez en cuando, emergía a la superficie a batirse en duelo con los héroes más formidables del momento. No hay rival que pudiera frenar el golpe de martillo de El Poderoso Ktomos.
Principales figuras Mitológicas
Las Meilés: son una combinación entre una ninfa y una enana guerrera. Mujeres tan hermosas que su belleza solo se puede explicar mediante la magia. La misma magia que les otorga la fuerza necesaria para levantar montañas con una mano y el saque para beber mares de cerveza sin embriagarse. Según el folclore enano, las meilés son descendientes y, a la vez, cónyuges de El Poderoso Ktomos.
Los Simpacés: se cree que fueron el primer prototipo de los enanos. Ktomos los creó sin la intervención del fuego y el agua. Son una especie intermedia entre el enano y el chimpancé. De escasa inteligencia y abundante vello. Trabajan sin descanso en la primera fragua que El Poderoso construyó en el tercer día, fabricando los tesoros más preciosos de Azäir.
Los Tarotas: cuando un enano no acepta su muerte, se convierte en un tarota, un demonio de complexión incomprensible que proclama venganza contra Ktomos. Poseen poderes de ultratumba, relacionados con la nigromancia y las artes oscuras. La mayoría de las canciones de guerra de los enanos narran enfrentamientos entre El Poderoso Ktomos y los tarotas que vagan por el mundo.
Prakeikiau: las tradiciones enanas señalan a Jerad como el primer tarota. Tras haber sido devorado por los caimanes, su espíritu siguió vagando por Azäir como si estuviera vivo, explorando mazmorras y buscando tesoros. Los años de expediciones otorgó al fantasma enano de cierta tangibilidad. Se le cayó el pelo de la barba y sus músculos se expandieron por encima de su piel, otorgándole un aspecto demencial. Maldijo a Ktomos y el nombre que éste le concedió. Su nuevo nombre, el nombre que el demonio enano eligió, sería Prakeikiau.
Magna Ugnis: Ktomos creó la vida en la tierra con la unión el fuego y el agua. Los magna ugnis representan la vida creada en el fuego con la unión de la tierra y agua. Criaturas gigantes constituidas por fuego y roca caliente. El Poderoso Ktomos descartó a los magnas ugnis de su plan, considerándolos un experimento fallecido. Los magnas ugnis surgen de volcanes y del interior de la lava. Su objetivo es derretir los metales y piedras preciosas que El Poderoso creó para los enanos.
Aqua Ugnis: son la contraparte de los magnas ugnis, criaturas creadas en el agua en concilió con el fuego y la tierra. Titanes líquidos que pretenden inundar las minas enanas y ahogar los tesoros que esconden en ellas.
Las Eras de la Religión
La Primera Era ( ??? – 400)
Los enanos transmitían sus creencias mediante canciones que se podían escuchar, principalmente, en templos, tabernas y en los momentos previos a las grandes batallas. Cantaban con las panzas repletas y con una jarra de cerveza en una mano. Si no había alcohol, por algún extraño motivo, estaba permitido sustituir la jarra por un hacha. El Poderoso Ktomos estaría orgulloso de sus hijos.
Ktomos nos dio valor
y un cuello de toro
sus sueños fueron los mismos
que tenemos todos:
Un cacho de pan,
un trago de vino,
el llanto de las viudas
de nuestros enemigos
y tomarse una cerveza
en una pila de cabezas.
Fragmento extraído de la canción popular: El Cantar del Mío Ktomos
La falta de un documento escrito que recogiese las historias de El Poderoso causó disputa entre los enanos. En diferentes territorios de Dun Krazak, se podía escuchar diferentes versiones de una misma historia. Podría ser que cambiase el nombre de un personaje secundario o se confundieran de escenario de batalla. Los enanos se peleaban por esto y también por esto otro.
La Era Salomónica (400 – 667)
Fray Salomo, quien fue sacerdote de El Templo de Rubinas durante ciento dos años, se propuso el objetivo de unificar el folclore del pueblo enano. Recorrió todo Azäir y escuchó todas las canciones referentes a Ktomos. Si dos pueblos hermanos discutían sobre el nombre de aquella muchacha que se quedó prendada del martillo de Ktomos tras verlo derrotar a cientos de dragones con los ojos vendados, Fray Salomo eliminaba a la chica de la historia o, bien, escogía un tercer y definitivo nombre. ¿Se llamaba Berta o Gerta? Se llamaba Regerta y fin de la historia. De ahí viene la expresión popular del enano: “tomar una decisión salomónica”.
El libro de Fray Salomo se titula “Historias y Gracias de El Poderos Ktomos”, aunque, en un ámbito popular, se le suele llamar “El Libro Rojo” por su recubierta de rubís. Los enanos de El Templo de Rubinas custodian las sagradas escrituras. Expuesto en el gran salón del templo se encuentra una replica exacta del libro; el auténtico se halla en lo más recóndito de la mazmorra del templo.
La Era de Las Órdenes (667 – Actualidad)
Después de la popularidad de El Libro Rojo y tras la muerte de Fray Salomo, otros muchos monjes de diferentes órdenes se aventuraron a escribir sus propias versiones de la historia de El Poderoso, pero sin el éxito del primero. Esta nueva tendencia dio lugar a que cada templo tuviera su propio libro sagrado. Nacieron nuevas órdenes y se construyeron nuevos templos más grandes y preciosos alrededor de la figura de un libro sagrada con la finalidad de competir con El Templo de Rubinas. Destacan El Templo de Safyras, El Templo de Fluoritas y el Templo de Gintaras.
La creación de diferentes lugares de cultos, cada uno más vanidoso que el anterior, propulsó nuevas órdenes religiosas de carácter mendicante que renuncian los lujos de los templos.
Los Goliardos: son clérigos vagabundos que difunden la palabra de El Poderoso Ktomos a la antigua usanza: mediante canciones, alcohol y peleas. Rechazan las riquezas y sobreviven intercambiando actuaciones en público por comida. Son la combinación de un juglar y un clérigo. La institución goliarda generó un nuevo movimiento literario. Escriben poesía satírica, en servilletas manchadas de sangre y alcohol, en las cuales critican el sistema de poder establecido posicionándose en contra de las riquezas de los templos y, de paso, elogiando los excesos del vino, juego y amor libre.
Los Sopistas: Son clérigos en constante proceso de formación. Viajan por Azäir, como una vez lo hizo Fray Salomo, compartiendo las historias de El Poderoso Ktomos y escuchando las que allí se cuentan a cambio de un plato de sopa caliente. En lugar de intercambiar espectáculos callejeros como los goliardos, los sopistas difunden un conocimiento refinado. Suelen ser ilustres médicos, herbolarios y alquimistas. La expresión: “La sopa boba” viene de la sopa hecha con sobras del día anterior (o piedras, si no quedaba comida en la despensa) que se les da como limosna a los sopistas.
Cultura Enana
La raza enana, por lo general, es una raza vanidosa. Beben, combaten y atesoran riquezas en grandes salones en honor a El Poderoso Ktomos. La jerarquía de los señores enanos se mide en proporción a los tesoros que han reunido en sus salones. La inmensa mayoría de las ciudades enanas obtienen sus bienes de la minería, el comercio con otras razas y de la fabricación de joyas preciosas. No sorprende que los enanos sean una de las razas más adinerada de todo Azäír y no tienen intención de dejar de serla por mucho tiempo, pues así es como demuestran su fe hacia El Poderoso Ktomos.
Hay enanos que sienten que por cada moneda de oro que reciben están un paso más cerca de reunirse con El Poderoso Ktomos y, al revés, por cada moneda que pierden, están más lejos. Es por eso que los enanos no hacen tratos en los que no vayan a salir beneficiados.
La milicia enana se divide en dos fracciones: los defensores que custodian las grandes salas de tesoros y los exploradores que se dedican a viajar por el mundo, asaltar mazmorras y obtener los tesoros que éstas guardan. Son grandes guerreros, pues su valía en combate representa al mismo Ktomos. Los cánticos previos a una batalla se confunden con oraciones.
Además de joyas, armas, minerales y metales preciosos; la milicia enana suele coleccionar miembros cercenados de sus enemigos. No es necesario que los hayan obtenido en combate, pues El Poderoso Ktomos acepta regalos ganados en apuestas y juegos de azar.
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